Etimológicamente, pajón
hace referencia a una planta salvaje
correspondiente a la familia de las gramíneas, muy abundante en fibra, que
en época de sequía se emplea como alimento del ganado. De manera que, el uso de
la palabra viene a tener una mimética gráfica considerablemente puntual.
Ahora bien, para los que sí manejamos los
dominicanismos, ha de entenderse que la palabra se suele utilizar
peyorativamente a menos, claro está, que no se imprima en un bolso de tela o
camiseta...o que no se exprese en la misma tesitura tierna en que acostumbramos
a decir "mi negr@" o "mi gord@". Entonces... ¿Cuál es el
peso real de la palabra y más importante aún, el de la concepción?
Desde el 2010 dejé de aplicar tratamientos químicos alaciadores en mi
cabello, es decir, las sesiones de desrizado en esta cabeza dejaron de ser una
preocupación bimensual para mi mamá (quien me lo aplicaba) y para mi cuero
cabelludo. Estaba yendo a una ciudad diferente, conocía gente diferente,
alcanzaba ciertos grados de autonomía y mi apariencia se iba acercando más a la
que estaba en mi mente: mientras más natural, mejor. Con el tiempo tener el cabello natural ya no era sólo una
decisión pragmática, era un compromiso virtuoso de mi identidad como
afrolatina.
Todo cambió cuando ingresé al mercado laboral. ¿Alguien me obligó a alaciarme el cabello? No. ¿Alguien más llevaba el cabello afro en mi lugar de trabajo? No. ¿Eso importa realmente?
Debo aclarar: yo no me alaciaba el cabello porque renegaba de mi
identidad como afrolatina, me alaciaba porque es más fácil manejar el cabello
durante toda la semana...aunque esto significara ir salón o
lavarme la cabeza todos los sábados, aguantar el calor del secador, hacerme un
tubi ése día y todas las noches mientras se pudiera mantener la textura lacia
hasta el jueves, cuando, habiendo corrido con la suerte de cero lluvia y cero
calor y cero humedad, en fin, ningún contacto fatídico con el agua, podía
hacerme "la cola del fin de la semana" y sobrevivir en el país de las
melenas de oficina por una semana más.
Me alaciaba porque era práctico, me decía, porque se veía formal, porque
no distraería la atención que deben de tener hacia mi trabajo y no mi
apariencia. En un segundo nivel del subconsciente, me alaciaba porque no quería
que pensaran que no puedo "cuidar" de mi apariencia, en un tercer
nivel, lo hacía porque no me sentía cómoda con nada que me hiciera con mi
cabello al natural. Ahora el tema del cabello se hacía un asunto presente en mi
presupuesto y cronograma mensual que debía atender fielmente para mi
tranquilidad mental.
¿Por qué es tan importante el cabello para la afrolatina?
Desde la esclavitud de africanos occidentales
instaurada en los siglos XVI y XIX en América, el sistema de castas hacía una
diferenciación puntual entre las razas que convivían, no se hizo esperar el
surgimiento de nuevas castas como consecuencia de la mezcla entre ellas. En el
caso de los nacidos entre blancos y negros, cuando sus rasgos tendían más hacia
la clase dominante (no genéticamente, claro está, sino socioeconómicamente) se
le percibía como superior ya que posibilitaban el derecho a la herencia de
bienes, en el caso claro de no hubiese impedimento una vez difunto o difunta el
blanco o blanca.
En concreto, el cabello afro y sus derivaciones era signo de todas las acepciones peyorativas que se tenían sobre los negros esclavos: pobres, tontos y relajados.
Aunque es algo que se ha transformado en prejuicios pasivos en el día a
día de América Latina, hay una tendencia a resaltar la belleza del afro.
Ahora bien... ¿Algún día podremos ver el cabello afro como simplemente
un tipo de cabello? No lo sé. Yo no puedo saberlo todavía. Teóricamente es una
particularidad genética muy ligada a una cultura en constante desprecio y
valoración, de ahí que no se entienda desde afuera.
En la práctica, lo que sí sé es que mi cabello me sirve de almohada al
acostarme y de gorro al salir a la calle en invierno. No dejo de tocármelo y
rizarlo. No dejo de reírme cuando me veo al espejo
a primera hora de la mañana. No deja de ser el mejor
pretexto para pasar una hora y media de rutina con música e incienso. Es una
forma de lo que soy todos los días, que no sería de tenerlo de otra forma.
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